Thursday, April 4, 2013

El Diablo en los Detalles


“Hay cosas que con nada más que tocarlas, 
sangran…Hay veces en que la vida nos 
convierte en instrumento de la desgracia ajena.” 
(María Candelaria, 1943)

María Candelaria, protagonista en la película que lleva esa misma nombre, nunca quiso hacer nada malo.  A pesar de ser desechada por su pueblo y maltratado por el “patrón,”  nunca se queja ni quiere salir de Xochimilco.  En esa sociedad, en que se guarda a la virtud con tanto afán, María viva una vida sencilla y humilde.  El pintor, con sus trajes nuevos y su casa grande en la ciudad, representa otro tipo de vida; una vida más “civilizada” y “avanzada.”  Él tampoco quiere hacer nada malo, desde su punto de vista.  Sólo quiere pintar a María desnuda y captar la belleza de las princesas indias. Para él eso no tiene nada de malo.  De hecho sus intenciones para con Lorenzo y María son completamente honorables.  Sin embargo, para la gente de Xochimilco el acto de posar desnuda para ser pintada es impensable. 


Esta situación me hace pensar en la leyenda alemán de Faust.   En esta leyenda, el diablo confronte a Faust y le ofrece sabiduría y placeres mundanos a cambio de su alma.  En María Candelaria el pintor toma el papel del diablo sin querer.  Con su posición él puede ofrecer muchos favores: sacar Lorenzo de la cárcel, enviar un doctor con medicina, y darles dinero.  Pero estos lujos tienen un precio: ella tiene que posar para ser pintada.  María siente que sacrificaría su virtud al quitarse la ropa y mostrarle todo su cuerpo.  Para ella, eso es como darle su alma misma. 
Hay diferentes versiones de esta leyenda y terminan de formas distintas.  A veces el diablo sale con el alma y a veces el protagonista encuentra una manera de anular el contrato.  En esta versión, María no hace ningún contrato; huye para no perder su virtud.  De esa manera se convierte en figura Cristológica al morir por el pecado que nunca cometió. 
En estos cuentos de Faust reconocemos como seres humanos nuestros deseos por lo que el mundo puede ofrecer, pero a la vez recordamos que estos lujos no valen nada si perdemos lo que más vale.  Entonces, ¿qué es lo que más valemos? 

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