“Hay cosas
que con nada más que tocarlas,
sangran…Hay veces en que la vida nos
convierte en
instrumento de la desgracia ajena.”
(María Candelaria, 1943)
María
Candelaria, protagonista en la película que lleva esa misma nombre, nunca quiso hacer
nada malo. A pesar de ser desechada por
su pueblo y maltratado por el “patrón,” nunca se queja ni quiere salir de Xochimilco. En esa sociedad, en que se guarda a la virtud
con tanto afán, María viva una vida sencilla y humilde. El pintor, con sus trajes nuevos y su casa
grande en la ciudad, representa otro tipo de vida; una vida más “civilizada” y “avanzada.” Él tampoco quiere hacer nada malo, desde su
punto de vista. Sólo quiere pintar a
María desnuda y captar la belleza de las princesas indias. Para él eso no
tiene nada de malo. De hecho sus
intenciones para con Lorenzo y María son completamente honorables. Sin embargo, para la gente de Xochimilco el
acto de posar desnuda para ser pintada es impensable.
Esta
situación me hace pensar en la leyenda alemán de Faust. En
esta leyenda, el diablo confronte a Faust y le ofrece sabiduría y placeres mundanos
a cambio de su alma. En María Candelaria el
pintor toma el papel del diablo sin querer. Con su
posición él puede ofrecer muchos favores: sacar Lorenzo de la cárcel, enviar un
doctor con medicina, y darles dinero.
Pero estos lujos tienen un precio: ella tiene que posar para ser
pintada. María siente que sacrificaría
su virtud al quitarse la ropa y mostrarle todo su cuerpo. Para ella, eso es como darle su alma
misma.
Hay
diferentes versiones de esta leyenda y terminan de formas distintas. A veces el diablo sale con el alma y a veces
el protagonista encuentra una manera de anular el contrato. En esta versión, María no hace ningún contrato;
huye para no perder su virtud. De esa
manera se convierte en figura Cristológica al morir por el pecado que nunca
cometió.
En estos
cuentos de Faust reconocemos como seres humanos nuestros deseos por lo que el
mundo puede ofrecer, pero a la vez recordamos que estos lujos no valen nada si
perdemos lo que más vale. Entonces, ¿qué
es lo que más valemos?
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